A mi Maestro: Profesor Dr. Francisco Rubén Perino

Título

A mi Maestro: Profesor Dr. Francisco Rubén Perino

Autor

Dr. Juan Franco Gruarin

Fecha

Abril 2004

Lugar de Realización

Servicio de Neurocirugía, Hospital Médico Policial Churruca-Visca

Texto

<!doctype html> Documento sin título Rey. Argent. Neuroc. 2004, 18 (S1): 47

A mi Maestro: Profesor Dr. Francisco Rubén Perino

Dr. Juan Franco Gruarin

Servicio de Neurocirugía, Hospital Médico Policial Churruca-Visca

Cursaba el último año de la Unidad Docente Hospitalaria en el Hospital Torcuato de Alvear. Un lunes del segundo semestre, se iniciaba la rotación de la asignatura Neurocirugía. Pocos minutos antes de las ocho de la mañana entré en el aula ubicada en el primer piso de uno de los pabellones de aquel hospital. Estaba sólo y al ingresar, recuerdo haber sido recibido con un "buen día, bienvenido, soy el Dr. Francisco Rubén Perino, encargado de la enseñanza de Neurocirugía". Ese saludo cordial, me hizo sentir más seguro y confiado.
La cursada tenía una duración de una semana. Mi participación, fue superior con respecto a otras, tanto en las clases teóricas como en la actividad práctica, que incluía la presentación de pacientes.
El día previo a la finalización, el Dr. Perino me invitó a su despacho. Aún hoy, puedo evocar cada detalle de esa jornada, como una marca imborrable en mi memoria. El ambiente era pequeño y rectangular. Había un escritorio y tres sillas, tapizados por estudios radiográficos, sobres amarillos, instrumental quirúrgico y libros en desorden. Sobre el piso, descansaban frascos de vidrio conteniendo piezas anatómicas en formol. Pero todo ello, no me resultó tan curioso como la leyenda escrita sobre dos cartulinas, enmarcadas y colgadas. Sobre una pared podía leerse:

"NO LO DIGA, ESCRIBALO".

Sobre la otra, extraído de "Cantares", poema de Antonio Machado:

"CAMINANTE NO HAY CAMINO, SE HACE CAMINO AL ANDAR "


Dr. Francisco R. Perino, 1919-1998

El Dr. Perino me invitó a tomar asiento y me hizo varias preguntas, algunas de índole general y otras específicas acerca de mi vocación. Al finalizar la entrevista, volví a sorprenderme cuando me ofreció, para completar mi formación, un lugar en su Servicio. El 19 de diciembre de 1970, tres meses después de aquélla primera entrevista, aprobé mi última materia. Sin pérdida de tiempo, me presenté en el Servicio de Neurocirugía e informé al Dr. Perino que había aprobado mi última asignatura. Me felicitó y me indicó que el día 4 de enero debería iniciar mi actividad en esa especialidad.
El horario de ingreso se debía cumplir con disciplina férrea. Del mismo modo, debería efectuarse el pase de sala y la redacción y evolución de las historias clínicas del sector adjudicado. La conducta exigida en la realización de los métodos complementarios de diagnóstico y en el quirófano, no diferían con respecto a lo anterior. El incumplimiento de cualquiera de estos preceptos era severamente observado y podía ser pasible de críticas o de indiferencia posterior.
En el aspecto académico, el Dr. Perino era extremadamente difícil de conformar: revisaba con cuidado la sintaxis de las presentaciones escritas, rechazaba los conceptos que no resultaran claros y exigía rico material bibliográfico.
Recuerdo a un hombre obsesivo, perfeccionista, impetuoso, autoritario, incansable y controlador. No obstante, sabía tener una actitud paternalista, orientadora, con una visión prospectiva, cuando se presentaba ante su persona, aquél, que por su actitud, resultaba merecedor de una de sus frases preferidas: "más allá del común de los mortales".
Tenía una memoria prodigiosa y además era una fuente inagotable de proyectos e ideas. Su ritmo, con frecuencia impetuoso, se tornaba difícil de seguir.
En ocasiones, su inestabilidad emocional lo llevaba a desconfiar de parte de su entorno. Algunas veces no se equivocaba en sus apreciaciones.
A mediados del año 1975 pude desarrollar, con gran sacrificio y esfuerzo, el programa de la asignatura de la U.D.H. en diapositivas, gracias al impulso de su capacidad docente. Me nombró Jefe de Trabajos Prácticos de la misma, me orientó en la carrera docente y fue "padrino" en mi tesis de doctorado.
El Dr. Perino fue nombrado en 1976 Director Interino del Instituto de Neurocirugía "Costa Buero". Gestionó para mí una licencia en el Hospital Alvear para poder desempeñarme como Ayudante Rentado en la Cátedra de Neurocirugía. Esa oportunidad me permitió convivir con los más destacados profesionales del país, siendo los más representativos en neurocirugía: los Profesores Adjuntos Rogelio Driollet Laspiur y Carlos A. Pardal, Profesores Auxiliares Carlos S. Vázquez Villa Osvaldo Betti, Enrique Pardal, Carlos Ottino, Jorge Schvarz; entre los neurólogos: el Profesor Titular Dr. Tomás Insausti y Profesor Auxiliar Dr. Jorge Ferreiro y en Neurorradiología el Dr. Oscar Armando Zamboni, completándose el plantel con otros profesionales de planta, residentes y auxiliares.
En 1977, se cumplían los 40 años de la creación de la Primera Cátedra de Neurocirugía de la Universidad de Buenos Aires, por iniciativa del Dr. Jorge Arce. Con motivo de ese aniversario, el Dr. Perino me nombró Secretario de Redacción del Homenaje a esa Cátedra. Asimismo, participé como Coordinador de la "Reunión internacional Neuroquirúrgica, Presente y Futuro de la Neurocirugía", convocando para aquel evento a los neurocirujanos más prestigiosos a nivel mundial: Profesores Dr. J. Bonnal de Bélgica, Dr. E. Bustamante Zuleta de Colombia, Dr. Peardon Donaghy de Estados Unidos, Dr. Víctor A. Fassano de Italia, Dr. Masahiro Ogata de Japón, Dr. Robert P. Vigouroux de Francia y Dr. Kintomo Takakura, entre tantos otros.
Por su sugerencia y participación pude efectuar una estadía como residente extranjero en el Hospital Henri Mondor de la Asistencia Pública de París, a cargo del Prof. Dr. Jean Pierre Caron. Durante mi estadía en Francia, siempre mantuvo contacto telefónico, postal e incluso personal, ya que viajaba frecuentemente a París. También me alentó en la realización de la tesis y en la defensa de la misma para la obtención del título de asistente extranjero.
Al regresar al país y reanudar mi tarea laboral en el Hospital Torcuato de Alvear, el Dr. Perino ya no estaba, por haberse hecho cargo del Servicio de Neurocirugía del Hospital Juan A. Fernández. Por dicho motivo, mi comunicación se establecía principalmente por teléfono y dos o tres veces por año en forma personal, aunque era frecuente recibir artículos o separatas sobre temas de mi preferencia, con una dedicatoria. También me enviaba postales desde los países en los que se encontraba de visita.
Muchos neurocirujanos hemos iniciado nuestra especialidad con él. Muchos de ellos somos o han sido Jefes de Servicio, o profesionales que se han destacado dentro del ambiente neuroquirúrgico.
Yo, como discípulo que ha iniciado su formación en la Unidad Docente Hospitalaria bajo su tutela, en conocimiento de sus virtudes y defectos, siento que debo estar eternamente agradecido por haber posibilitado la apertura del camino que inicié.
Perino solía decir: "ver y escuchar es una buena forma de aprender". Hoy, a más de treinta años de desempeñar la especialidad en la que él me presidiera, agrego: "un Maestro puede tener muchos alumnos. Un alumno, no siempre tiene muchos Maestros..."

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