Mi Maestro: Dr. José Benaim

Título

Mi Maestro: Dr. José Benaim

Autor

Dr. León Turjanski

Fecha

Abril 2004

Lugar de Realización

Profesor Titular Consulto de Neurocirugía, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires

Texto

<!doctype html> Documento sin título Rey. Argent. Neuroc. 2004, 18 (S1): 49

Mi Maestro: Dr. José Benaim

Dr. León Turjanski

Profesor Titular Consulto de Neurocirugía, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires

El Dr. José Benaim nació en la ciudad de Mercedes de la provincia de Buenos Aires en 1920. Sus padres, de orígen Marroquí, habían emigrado a Argentina pocos años antes. Integraban la familia otros dos hermanos, Fortunato, el mayor y Salvador el más chico. Fortunato y José mostraron afinidad común por las ciencias biológicas y ambos decidieron estudiar Medicina en la Universidad de Buenos Aires. Hicieron la carrera juntos, y se recibieron el mismo día con el examen final de la misma materia. Salvador estudió Ingeniería. Estos dos hermanos también descollaron, Fortunato en el campo de la Cirugía Plástica y Salvador en Ingeniería Sanitaria.
Durante sus años de estudiante José plasmó su gusto por la música en una actividad que le ayudó a solventar sus estudios: tocaba el piano y la batería como aficionado e integró un conjunto profesional que animaba fiestas y reuniones sociales en su ciudad natal. Su hermano Fortunato tocaba el violín.
Una vez recibido trabajó en el Servicio de Cirugía del célebre profesor Arnaldo Yódice (discípulo del gran Cirujano Delfor del Valle), inicialmente en el viejo Hospital Ramón Mejía y luego en el moderno y recientemente inaugurado Hospital Argerich, ubicado en el barrio de La Boca. Su hermano Fortunato fue también admitido en el mismo Servicio.


Dr. José Benaim, 1920-1998

El Profesor Yódice tenía ya en esa época una idea clara de la necesidad de estimular el desarrollo de las especialidades por medio de la departamentalización. Acorde con este concepto estimuló la creación y desarrollo de sectores dedicados a distintas ramas de la cirugía algunas de ellas aún en período de gestación en el país. Así Yódice le sugirió a Benaim consagrarse a la neurocirugía, especialidad que, según su opinión tenía un gran porvenir.
Benaim aceptó la sugerencia y eligió para iniciar su formación un centro latinoamericano obteniendo un puesto en el Instituto de Neurocirugía de Santiago de Chile, cuyo Director, Alfonso Asenjo, personalidad con formación rigurosa adquirida en Alemania, le había transmitido prestigio internacional. De su estadía en Chile le quedaron muchos amigos, entre ellos Reinaldo Poblete de Santiago y Juan Pablo Recagno Cepeda de Rosario con cuya hermana, Susana ("Susa") se casaría luego.
De regreso de Chile obtuvo el premio Pascual Palma de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, por su trabajo sobre nervios periféricos.
Una beca del gobierno francés lo conduce a París, al Servicio del Profesor Petit Dutaillis donde tiene como compañero a Gerard Guiot con quien cierra una fuerte y duradera amistad. Completa su formación en ese Servicio según la modalidad francesa. Esta característica da cuenta del profundo respeto de Benaim por la clínica, por la organización centrada en un objetivo definido, por el contenido humanista volcado en todas sus actividades profesionales y finalmente por la claridad de sus ideas y su amor por la enseñanza.
A su regreso se hizo cargo de la Sección de Neurocirugía que Yódice había creado en el Hospital Argerich. El trabajo en el Argerich estaba lleno de dificultades. Benaim no simpatizaba con el régimen político que predominaba en esa época (años 195-1955), lo que le generaba escollos de todo tipo.
Por otro lado no le fue fácil introducir la especialidad frente a la ignorancia que sobre sus posibilidades prevalecía entonces. Cierta vez me relató que sus compañeros de trabajo solían decir en tono sarcástico que los pacientes de neurocirugía se dividían en dos tipos: aquéllos en los que no hay que hacer nada y aquéllos en los que no hay nada que hacer. Tuvo que enfrentar una denuncia por haber operado un paciente con un hematoma intracerebral, patología que según el denunciante, que se decía neurocirujano, era exclusivamente de tratamiento médico.
Fue en el Argerich donde lo conocí, y ya he relatado en otro lugar que su aspecto era de un hombre tan sencillo que el día que debía entrevistarme con él lo confundí con un eventual ayudante, y al preguntarle por "el Jefe, el Dr. Benaim", me respondió humildemente: "el Jefe soy yo".
En el año 1956 Benaim gana por concurso la Jefatura del Servicio de Neurología y Neurocirugía del entonces Policlínico de Avellaneda (Ricardo Finochietto); no había cumplido aún los 40 años.
En el Finochietto cumplió la mayor parte de su actividad profesional. Fue pionero en el desarrollo de la Neurorradiología en el País y estimuló a su Jefe de Clínica, el Dr. Stolarza a que efectuase los exámenes neurorradiológicos. Organizó cursos con invitados extranjeros (Ruggiero, Sj ógreen). Creó el Ateneo Neurorradiológico y sus reuniones anuales fueron muy concurridas como foro de enseñanza y discusión.
En la actividad docente de pregrado se desempeñó como Docente Libre, su rebeldía le impidió completar la carrera docente regular, pero fueron innumerables los alumnos que pasaron por su Servicio. En la formación de postgrado durante un período de más de 10 años, organizó, con la colaboración del recordado Hugo Usarralde, los cursos de la ACADEN que sólo abandonó cuando, comprobó que su bandera había sido tomada por otros.
Fue un luchador y en su momento se opuso a la decisión de una Asamblea del Colegio Argentino de Neurocirujanos que consideró antiestatutaria. Esta oposición la llevó a estratos legales y obtuvo éxito, pese a que las condiciones políticas no le eran favorables en ese momento.
Cuando posteriormente asumió como Decano del CANC, se embarcó en una campaña tendiente a revalorizar la función del Colegio y su potestad de otorgar el título de Especialista. La incomprensión de algunos y la ingratitud de otros motivó que no aceptase prolongar su mandato como Decano más allá de sus 75 años, como lo permitía el Estatuto, quedando frustrada una iniciativa que hubiese beneficiado al conjunto de los neurocirujanos.
Pero hay otro Benaim, el hombre cotidiano. A Benaim le encantaba viajar y con Susa efectuaron innumerables viajes, no siempre con motivo de congresos. Viajaba con su inseparable cámara fotográfica. Sacaba diapositivas y las tenía ordenadas en forma sistemática lo que le permitía sesiones de proyección que solía hacer para sus amistades y a las que tuve el gusto de concurrir. Otra afición de Benaim fue la carpintería, y en ella demostró tener cualidades no comunes. En su departamento de la calle Martín García casi todos los muebles habían sido hechos por Benaim con una calidad de avezado ebanista. Los muebles eran de tal prestancia que era imposible creer que habían sido hechos por un aficionado y con herramientas sencillas. Pero su laboriosidad no terminó allí. En Bariloche, en un terreno en el faldeo del cerro Otto hizo construir un chalet de material, pero toda la carpintería estuvo a su cargo.
No sólo los muebles. Como el chalet se erigía en un terreno inclinado diseñó y construyó un puente levadizo que permitía el acceso a la puerta principal y que siempre mostraba con orgullo.







Una excursión náutica con Susa en 1980 y en Cataratas del Iguazú, 1986

Benaim y Susa amaban mucho a los niños. La suerte quiso que no tuvieran hijos, pero volcaron todo el cariño en los sobrinos propios y ajenos. Susa padeció una enfermedad incurable y Benaim la acompañó en todos sus momentos. Después de su fallecimiento en cada aniversario Benaim convocaba a los amigos a una Misa y posterior acto cultural conmemorativo.
Y hay un tercer Benaim, el Benaim Ético. El que con su palabra enseñaba y con su conducta daba el ejemplo. El Decálogo para los Jóvenes Neurocirujanos que alguna vez publicara da testimonio de su convicción ética:

1. No hacer un planteo quirúrgico hasta no estar seguros de que esa es la única o la mejor solución.
2. Considerar siempre el estado de angustia del paciente y su familia, y contestar todas sus preguntas con la mayor claridad aún cuando éstas parezcan superfluas o ridículas.
3. Recurrir en primer término a los medios diagnósticos más sencillos, inocuos y económicos, sin olvidar la importante información que prove un buen examen neurológico.
4. No anteponer los factores económicos a los científicos: no operar porque puede pagar ni dejar de operar porque no tiene medios. Siempre existe una solución equitativa y humanitaria.
5. No especular con el tiempo que insume una operación: al entrar al quirófano olvidarse del reloj. Ni demoras inútiles ni apresuramientos que pongan en peligro el acto quirúrgico.
6. El Neurocirujano no es Dios. Nojactarse de los éxitos ni deprimirse por los fracasos, pero estar seguros de haber puesto siempre el máximo interés y dedicación.
7. No desatender las relaciones con las otras especialidades: siempre se aprende algo aprovechando sus experiencias.
8. La Medicina evoluciona velozmente y por eso no hay que abandonar el hábito de mantenerse informado: es una obligación que debemos a nuestros enfermos.
9. Reflexionar frente a un fracaso, buscando las causas y discutiendo los errores para evitar su repetición.
10. Enseñar generosamente y no considerar a los colegas como competidores: El orgullo de un maestro es el de ser superado por sus discípulos.

Todos sabemos como murió Benaim y no encuentro nada mejor que repetir las palabras que pusiera Marcelo Platas en el recordatorio que apareció en esta misma Revista:
...Quiso el destino que el 6 de diciembre último, durante la cena de clausura de las XL Jornadas Anuales de nuestra Sociedad de Neurocirugía de la Pcia. de Buenos Aires me hallase a pocos metros de este caballero que no tuvo mejor ocurrencia que, con sus mejores galas, regalarnos un discurso que, entre risas y aplausos disfrutábamos, sin saber que era la ocasión que había preparado para despedirse de todos nosotros....