Raúl F. Matera: Mi Segundo Padre

Título

Raúl F. Matera: Mi Segundo Padre

Autor

Dr. Jorge Cohen

Fecha

Abril 2004

Lugar de Realización

Asesor Consultor, Servicio de Neurocirugía, Hospital Aeronáutico Central, Fuerza Aérea Argentina

Texto

<!doctype html> Documento sin título Rey. Argent. Neuroc. 2004, 18 (S1): 52

Raúl F. Matera: Mi Segundo Padre

Dr. Jorge Cohen

Asesor Consultor, Servicio de Neurocirugía, Hospital Aeronáutico Central, Fuerza Aérea Argentina

Fue un sábado de invierno de 1957, cerca del mediodía, que esperando solo al final del corredor frente a la puerta del Servicio de Neurocirugía del Hospital Militar Central, al abrirse la puerta reconocí su figura, listo a salir, era la del Dr. Raúl F. Matera. Me miró y con un gesto interrogativo me dijo: "No te dieron la nota..?". Yo tenía 23 años y terminaba de aprobar la cursada de Neurocirugía bajo su coordinación. Reconozco que, en ese momento, me costó mucho mirarlo a los ojos y decirle que efectivamente había aprobado y me interesaba mucho su especialidad, pero pensaba que esta debía ser muy dificil y se necesitaría tiempo y dedicación para formarse. Me respondió que era así y lo interrumpí, súbitamente, para decirle que el me caía muy bien y que había decidido que el sería mi maestro. Instantáneamente, me clavó los ojos con cara de asombro y comenzó a levantar su voz diciendo: "Así que vos mocoso, decidiste que te caigo bien y entonces voy a ser tu maestro? ¿Quién te crees que sos? Mandate a mudar de acá...".
Mientras huía por el corredor escuchando sus palabras, se hizo un silencio seguido por un chistido. Paré, me di vuelta y lo vi quieto en el mismo lugar, observándome todavía asombrado a lo que agregó: "Eljueves a las 8, acá, que hay una operación".
Mientras terminaba de dar las últimas materias seguí regularmente yendo a operar, tanto al hospital como en privado y cuando me recibí, me ofreció su consultorio para ver sus pacientes de primera vez y los pocos que yo tenía. Desde ese momento y hasta su desaparición física en 1994 mantuvimos una intensa relación.
Raúl Matera tenía la capacidad innata de extraer lo mejor de cada uno de sus colaboradores, característica intrínseca de los líderes e indispensable en el momento de manejar grupos de trabajo.


Raúl F. Matera, 1915-1994

En 1959, después de dejar el Hospital Militar Central, puso en marcha, con un grupo de amigos y colaboradores, su proyecto de crear un centro dedicado a la patología del sistema nervioso, tanto central como periférico, para lo cual compró la casa que el arquitecto Armando López había diseñado para el actor Luis Sandrini en la subida de José Hernández y Libertador. La denominó "Centro de Investigaciones Neurológicas de Buenos Aires (CINBA)".
Fue allí donde pude valorar sus condiciones de organizador al agrupar bajo su dirección a neurólogos, neurocirujanos, psiquiatras, clínicos, neurorradiólogos, y demás especialistas. Fueron años de intenso trabajo y dedicación. Allí recibía pacientes de todo el país e incluso de países limítrofes. Ante cualquier problema suscitado me decía: "Jorge, en medicina las quejas van a otra ventanilla" o "la única manera de no equivocarse es no haciendo nada".
En algunas oportunidades y debido a mis trasnochadas, durante las cirugías me costaba mantenerme despierto, a lo que el Dr. Matera solucionaba pateándome los tobillos por debajo de la mesa de operaciones. Luego de finalizada la intervención, mientras él bebía un caldo de verduras, yo debía contarle con detalle las causas de mi desvelo. Siempre terminábamos riendo.
Recientemente, pocos años después de su partida, un gran amigo en común, el Dr. Juan Carlos Lorenzo, me confió que ese mismo método empleaba con él su maestro, el Dr. Ramón Carrillo.
En 1968 creó el "Nuevo Centro de Investigaciones Psiquiátricas de Buenos Aires (CIPBA)" donde pensaba ejercer su otra especialidad, la Psiquiatría, que le seria de gran utilidad según sus propias palabras, el día en que no pudiera operar más, y de esta manera continuaría ligado a la practica médica.
Durantes todos esos años me posibilitó, a través de numerosos viajes a congresos y reuniones nacionales e internacionales, conocer las figuras más destacadas de la medicina a nivel mundial.
En 1972 decidió desprenderse de ambas instituciones y al año siguiente me convocó para que lo acompañe en el Instituto de Neurocirugía "Costa Buero", perteneciente a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
En esta nueva etapa, la premisa básica era sumar a todos en su proyecto de mejorar la calidad del Instituto, tratando de reunir los mejores y más aptos profesionales. La tarea encomendada fue cumplida satisfactoriamente, tras lo cual decidió alejarse momentáneamente de las aulas para emprender otros caminos.
A pesar de su intensa actividad profesional, era un amante confeso de la vida al aire libre, del sol y de los deportes, en especial del boxeo y del rugby, disciplinas que practicó en su juventud.
Otra de sus debilidades era la pintura, sobre todo la rioplatense, lo que se vio reflejado en su calificada pinacoteca personal.
La música, el teatro y la lectura no le eran indiferentes. Recuerdo una noche de estreno teatral al que concurrimos invitados por el actor principal (que era su paciente y amigo). Sentados en la tercera fila y al promediar el primer acto Matera se quedó dormido tan profundamente que emitía fuertes ronquidos. Mi reacción natural fue intentar despertarlo codeándolo suavemente. El se despertó a los gritos exclamando "Cierren la puerta que entrafrío!". Lógicamente al terminar la escena, desaparecimos.
Paralelamente, desarrolló otras actividades de gran importancia social, como la colaboración en la redacción del proyecto de la ley de enseñanza libre con el Padre Ismael Quilés, conocida como Ley Domingorena, que constituyó el puntapié inicial en las posteriores fundaciones de universidades de índole privado a lo largo y ancho del país.
Con respecto a su actividad política, cabe mencionar que fue candidato a la presidencia de la Nación y fue secretario de Ciencia y Tecnología con rango de Ministro.
Mi vínculo personal y profesional con el Dr. Raúl F. Matera fue y será más allá de la relación discípulo-maestro.
Su esposa Elsa y sus seis hijos me permitieron compartir su intimidad familiar con todo lo que esto significa. A su vez, el conocer a mi padre y la amistad que surgió entre ellos fortificó nuestra particular relación. A todo esto debo adicionarle, que, en el año 1988, salvó la vida de mi hijo Mariano (su ahijado) interviniéndolo quirúrgicamente por una lesión resultante de un traumatismo craneoencefálico, como consecuencia de un golpe durante un partido de rugby.
Con el paso de los años cada uno de nosotros continuó desarrollando sus actividades por su lado.
Un tiempo antes de fallecer, me llamó por teléfono para manifestarme que era una pena que por nuestras ocupaciones diarias no tuviéramos un contacto más frecuente como el que solíamos tener. No entendí que se estaba despidiendo.
Raúl Matera fue un gran hacedor, un gran maestro, un gran amigo y en mi caso particular, un segundo padre.
En estas líneas que le dedico, no puedo ser imparcial. Alguna vez disentimos porque yo pensaba que un profesional como él, no debía intervenir en el mundo de la política. Hoy, a 10 años de su partida y con todo lo vivido en nuestra patria creo que estaba en lo correcto, la única forma de cambiar y mejorar las cosas es involucrarse y qué mejor que en nuestro caso, cumplir cabalmente con nuestra profesión día a día.
Finalmente, vaya mi especial agradecimiento a la Sociedad Argentina de Neurocirugía por darme la posibilidad de recordar a este gran médico argentino de reconocida trayectoria nacional e internacional.

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