In memoriam

Título

In memoriam

Fecha

Junio 1999

Texto

In memoriam

El Dr. Benaim nació en la ciudad de Mercedes, en la provincia de Buenos Aires a 100 km. de la Capital argentina. Decidió estudiar Medicina en la Universidad de Buenos Aires y lo hizo junto a su hermano mayor Fortunato, con quien se graduó el mismo día rindiendo la misma materia.
Durante su época de estudiante plasmó su afición a la música en una actividad que le ayudó a costear sus estudios: tocaba la batería en un conjunto musical de su ciudad natal. Una vez graduado se inició en el Servicio de Cirugía del profesor Arnaldo Yódice, quien entreviendo el futuro de la especialidad lo estimuló para que se dedicase a la Neurocirugía y lo orientó hacia un centro en latinoamérica: el Instituto de Neurocirugía de Santiago de Chile, que dirigía entonces don Alfonso Asenjo. Allí hizo sus primeros pasos en una especialidad, en aquel momento en su etapa inicial de desarrollo.
A su regreso de Chile elaboró un trabajo sobre los pares craneanos, trabajo que mereció el premio Palma de la Facultad de Medicina.
Una beca del Gobierno de Francia lo llevó a París, al Servicio del Prof. Petit Dutaillies, donde trabajó junto a Gerard Guiot, completando su formación en la especialidad.
A su regreso el Prof. Yódice le encomendó la creación de una sección de Neurocirugía en su Servicio del Hospital Argerich.
Fue allí donde lo conocí. Recuerdo el episodio. Concurrí a entrevistarlo por sugerencia de dos amigos, Luis Shut y Juan Carlos Pisarello que en ese momento estaban trabajando con Benaim haciendo el entrenamiento como se hacía entonces, al lado del Maestro y en forma honoraria, ya que no había prendido aún en nuestro país el concepto de la Residencia. Entré a un modesto y austero despacho, donde detrás de un escritorio un joven de guardapolvo blanco me preguntó qué deseaba. "Tengo una entrevista con el Jefe, con el Dr. Benaim", le dije con el tono de quien espera que su requerimiento sea transmitido al destinatario adecuado. El joven de guardapolvo blanco me respondió con sencillez y modestia: "el Dr. Benaim soy yo".
El trabajo en el Hospital Argerich fue duro y pleno de dificultades. No le fue fácil introducir la especialidad frente a la ignorancia general que sobre ella prevalecía entonces, hasta el punto que tuvo que afrontar una denuncia por haber operado a un paciente con un hematoma intracerebral, entidad que, según el querellante, era exclusivamente de tratamiento médico ¡y el querellante era un neurocirujano!!
En el año 1956 Benaim ganó por concurso la Jefatura del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Policlínico Ricardo Finochietto, ubicado en la ciudad de Avellaneda.


Fue allí donde desarrolló la mayor parte de su actividad profesional y docente. Fue pionero en el desarrollo de la Neurorradiología y estimuló a su Jefe de Clínica Neurológica, el Dr. Stolarza, a que se iniciase y practicase los estudios neurorradiológicos. Las reuniones anuales del Ateneo de Neurorradiología fueron foro de enseñanza y discusión muy concurridos entonces. Fue de los primeros en hacer el by-pass témporo-silviano en Argentina, técnica que practicaba personalmente.
En la actividad docente de pregrado fueron innumerables los alumnos que pasaron por su Servicio. En la formación de postgrado durante un período de más de 10 años organizó, con la colaboración, entre otros, del recordado Hugo Usarralde, los cursos de la ACADEN que sólo abandonó cuando, comprobando que su bandera había sido tomada por otros, consideró que era innecesaria la repetición.
Fue un luchador y en su momento se opuso a una decisión de una Asamblea que consideró antirreglamentaria. Esta oposición la llevó a estratos legales y obtuvo éxito, pese a que las condiciones políticas no le eran favorables.
Cuando posteriormente asumió como Decano del Colegio Argentino de Neurocirujanos, se embarcó en una campaña tendiente a revalorizar la función del Colegio y su potestad de otorgar el título de Especialista. La incomprensión de muchos y la ingratitud de otros motivó que no aceptase prolongar su mandato como Decano más allá de sus 75 años, como lo permitía el estatuto, quedando frustrada una iniciativa que hubiese beneficiado al conjunto de los neurocirujanos.
Yo como discípulo de Benaim aprendí al lado de él la NEUROCIRUGIA, pero aprendí también muchas otras cosas de las que quisiera mencionar sólo tres: respeto por el paciente, respeto por el colega, respeto y reconocimiento al MAESTRO.

León Turjanski


Conocí al Dr. José Benaim en mayo de 1982, en plena guerra de Malvinas.
Por aquel entonces. cinco jóvenes residentes ingresábamos en su servicio del Hospital Finochietto de Avellaneda, con la esperanza y las dudas que toda experiencia nueva presupone.
Recuerdo aún hoy vívidamente su cara de asombro y preocupación al recibirnos.
"En realidad, esperaba solamente a dos de ustedes", nos dijo para agregar inmediatamente: "No importa, ya nos acomodaremos..."
Desde ese mismo momento, fuimos nosotros los asombrados.
Aquel pequeño gran hombre, con la puerta de su despacho permanentemente abierta, dirigía, desde 1956, uno de los servicios más prestigiosos del país, sin grandilocuencias y sin claudicaciones.
Junto a él se habían formado varias generaciones de neurocirujanos y muchos de ellos, ya por entonces Jefes en distintos lugares de nuestro país y el exterior, lo visitaban o lo recordaban con el mayor de los aprecios, ése que nace de la admiración.
Ese mismo hombre había estado ligado a cuanta sociedad o asociación neuroquirúrgica se hubiese reconocido en nuestro medio y había dejado de ser, pocos años antes, miembro del comité permanente de los Congre sos latinoamericanos de Neurocirugía, habiendo tal vez coronado su labor pública con la presidencia e impecable organización del XVIII CLANC de Buenos Aires, en 1979, cuyas actas son fiel reflejo de un hecho científico de invalorable trascendencia para la Neurocirugía argentina.
Podría seguir aburriéndolos con detalles de un currículum casi imposible de superar. No es esa la intención de estas pocas líneas.
Simplemente, en el nombre de todos quienes nos honramos por el hecho de haber sido sus discípulos, quisiera hoy recordarlo como en tantas jornadas, sentado a su escritorio, entrecerrando el cejo y extrayendo del archivo asombroso de su memoria la respuesta clara a cada una de las inquietudes que le planteábamos con fundamentos difícilmente rebatibles.
Quisiera recordarlo en plena tarea quirúrgica, sin estridencias, listo para brindar lo mejor de sí, no en función del lucimiento personal, sino pensando, invariablemente, en el máximo beneficio para el paciente.
Quisiera recordarlo por fin, en la sobremesa de tantas reuniones, científicas o no, cuando al lado de su inseparable Susa, su intelecto privilegiado nos apabullaba con historias y anécdotas, pero escuchando a la vez todas y cada una de las demás opiniones, con la mayor de las sabidurías, que es la que da la humildad.



Alguna vez, en ocasión de despedirlo formalmente luego de 34 años initerrumpidos al frente de nuestro Servicio, me pregunté cuál sería la mejor definición para un personaje semejante.
Ésta no tardó en llegarme, por boca de alguien que lo conocía mucho y que hoy sigue acompañándonos como Caba del viejo quirófano hospitalario. "El Jefe, doctor, es un verdadero caballero" me dijo esa fiel colaboradora.
Quiso el destino que el 6 de diciembre último, durante la cena de clausura de las XL Jornadas Anuales de nuestra Sociedad de Neurocirugía de la Pcia. de Bs.As., me hallase a pocos metros de este caballero que no tuvo mejor ocurrencia que, con sus mejores galas, regalarnos un discurso que entre risas y aplausos disfrutábamos, sin saber que era la ocasión que había preparado para despedirse de todos nosotros...
El respeto a su memoria, pero por sobre todas las cosas, la persistencia en el camino que su ejemplo nos marcó, han de ser seguramente para este maestro de maestros, el mejor de nuestros homenajes.
Que así sea.

Marcelo Platas


In memoriam



Jorge D. Ganduglia
28-1-54 - 20-2-99


Es injusto. El 20 de febrero pasado, un sábado al mediodía, sin avisarnos, sin pedir permiso y sin saludar se fue Jorge. Muchos no lo creímos, pensamos que la información era errónea, nos costó convencernos. Luego comenzamos a actuar como si estuviera de vacaciones, es decir ausente con aviso. Aún hoy antes de comenzar el pase de sala miramos hacia la puerta para ver si llega con algún retraso. Pero cuando intentamos comenzar la triste pero honrosa misión de improvisar estas líneas nos percatamos de la dura realidad.
La última vez que estuve con Jorge fue dos días antes de su muerte, hicimos la ronda matinal de todos los días, nos demoramos en Terapia Intensiva debido a la cantidad y gravedad de los pacientes. Estaba sereno y locuaz, interesado en cada uno de ellos. Preguntaba los diagnósticos, pidió ver las neuroimágenes y los partes quirúrgicos de los recién ingresados. Era una más de las actividades que compartíamos cotidianamente, con cordialidad, con alegría y entusiasmo.
Largo sería detallar las actividades que Jorge desarrollaba en el hospital pero si había una que lo apasionaba era la cirugía. Entraba ansioso al quirófano preguntando si el junior había completado la craneotomía, se cambiaba y comenzaba a operar. En ese momento la ansiedad se tornaba disfrute. Operaba silencioso, como transportado. Sin prisa pero sin pausa. Cuando había algo de interés llamaba la atención del ayudante para que tuviera la oportunidad de aprender. Los aneurismas eran su tema favorito, prueba de ello son los resultados de la serie que logró reunir pese a su juventud. Cuando daba clase invariablemente terminaba tarde porque mientras hablaba y mostraba diapositivas perdía la noción del tiempo. Sus pacientes lo adoraban, sus pares los respetaban y sus discípulos aprendieron de él. Le quedó mucho en "el tintero".
Además de la medicina su otra pasión era su familia, siempre encontraba el tiempo para compartir con ellos, durante la semana, los fines de semana o de vacaciones. Cuando hablaba de su mujer y de sus hijos se le iluminaban los ojos.
Experto navegante y amante de la vida al aire libre vivía haciendo proyectos y concretándolos.
Sabemos que Mary junto a Mariano, Fernando y Federico encontrarán consuelo recordando su bondad y sus logros.
Es injusto.

Ricardo Schreck

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