Una Semblanza del Profesor Julio A. Ghersi

Título

Una Semblanza del Profesor Julio A. Ghersi

Autor

Dr. Jorge E. Fürst

Fecha

Abril 2004

Lugar de Realización

Servicio de Neurocirugía, Hospital Central de Mendoza

Texto

Rev. Argent. Neuroc. 2004, 18 (S1): 36

Una Semblanza del Profesor Julio A. Ghersi

Dr. Jorge E. Fürst

Servicio de Neurocirugía, Hospital Central de Mendoza

En el otoño de 1968 tomé contacto por primera vez con el Prof. Ghersi. Yo era un joven provinciano que provenía de una Facultad de reciente creación y sin tradición alguna. Habiendo decidido abrazar la Neurocirugía comencé a aprender con un generoso grupo de neurocirujanos de mi provincia, los Dres. Sejanovich y Stern. Al cabo de un año ellos mismos me aconsejaron hacer una Residencia en Buenos Aires con el Prof. Ghersi, a quien consideraban un verdadero Maestro de la Especialidad.
Con aprensión fui a buscarlo a su Servicio de la Sala 9 del Hospital. Pirovano. De estatura mediana y contextura robusta inmediatamente me llamaron la atención su mirada penetrante que pasaba sobre unos anteojitos montados en la punta de la nariz, su desbordante optimismo y su manera franca de expresarse. Luego, como Residente de su Servicio, esta primera impresión se corroboró y enriqueció hasta configurar la imagen del Maestro que conservo hasta hoy.
Ghersi había nacido en 1908 y egresado de la FCM de la UBA en 1934 con Diploma de Honor. Por sus altas calificaciones ingresó al Instituto Modelo de Clínica Médica donde actuaba como Jefe de Cirugía el Prof. Caeiro. Éste, sabedor del interés de Ghersi por la joven Neurocirugía, lo presentó al Prof. Manuel Balado para iniciar su formación. Durante los años 1937 a 1939 asistió al Consultorio Externo del Servicio de Neurocirugía de viejo Hospital Nacional de Clínicas; en 1939 pasó a ser 2° Ayudante quirúrgico; en 1940 fue 1° Ayudante quirúrgico y en 1941 pasó a ser 2° Neurocirujano. En 1942 falleció el Prof. Balado y Ghersi siguió en el Hospital de Clínicas bajo las órdenes del Prof. Ramón Carrillo hasta 1944.
En el año 1940 el Prof. Balado había sido invitado a formar parte del Instituto de Cirugía de la Provincia de Buenos Aires, con asiento en Haedo, y había pensado delegar en Ghersi dicha tarea. Así, el joven neurocirujano comienza en 1943 a trabajar en la habilitación de dicho Servicio para ser nombrado en 1944 Jefe del Depto. de Neurocirugía del Instituto de Neurocirugía de la Prov. de Buenos Aires. Este Servicio recibe en 1946 el nombre de Prof. Manuel Balado como homenaje al Maestro inicial.


Prof. Julio A. Ghersi (1908-1997)

Este primer Servicio formado por el Prof. Ghersi se componía de un Jefe, un Jefe de Clínica y dos agregados, y contaba con 11 camas de Internación. Los enfermos de raquis y nervios periféricos eran operados en el quirófano de Ortopedia, y los de cráneo en otra sala del tercer piso.
Dado el brillante desempeño del Servicio en 1947 es elevado a la categoría de División. Se le asignó el Ala NE del cuarto piso con capacidad para 45 enfermos y la Sala E de operaciones del tercer piso como quirófano de Neurocirugía. Para 1948 contaba con Neurofisiología Intraoperatoria, Depto. de Neurorradiología, Museo Anatómico, Depto. de Becarios y Laboratorio de Cirugía Experimental.
En este Servicio y por iniciativa del Prof. Ghersi nació la Beca Manuel Balado de iniciación neuroquirúrgica, que fue el origen de la actual Residencia de Neurocirugía. Se trataba de una beca anual para médicos argentinos con no más de 5 años de recibidos y dedicación de tiempo completo. Tenían una retribución mensual de $ 400 m/n y se seleccionaban mediante 3 ítems:
a) Concurrencia al Instituto durante 5 días.
b) En el quinto día los postulantes rendían una prueba de habilidad manual. Los que superaban 5 puntos recibían un programa de temas para la prueba oral.
c) 15 días más tarde rendían el examen oral sobre los temas neuroquirúrgicos estudiados.
Esta Beca podía prolongarse por 2 años más si el becario hubiere hecho méritos para ello y así lo solicitase. El primer egresado que completó el Sistema fue el Dr. Julio Sardagna, un notable neurocirujano que conocí personalmente.
Paralelamente a su labor en el Instituto de Neurocirugía de Haedo, el Prof. Ghersi se desempeñaba como Consultor Honorario del Hospital. Pirovano. Para 1962 se decidió fundar el Servicio de Neurocirugía de dicho Hospital, encargando al Maestro su organización. Con gran dolor renunció a la Jefatura del Servicio de Haedo para dedicarse por entero, según era su costumbre, a la creación de éste. Aquí es donde yo lo conocí, en la famosa Sala 9.
Su Servicio del Hospital Pirovano se componía de 6 médicos de planta (en su mayoría ex residentes), 2 residentes por año y un jefe de residentes. Poseía Sala de Neurorradiología y quirófano propios, además de las salas de internación de pacientes. La planta física se completaba con el despacho del Jefe, Secretaría, sala y museo de anatomía, gabinete de EEG, y un Depto. de Residentes con tres literas.
Los pases de sala eran dirigidos por el profesor de una manera ágil y culminaban con el análisis de las imágenes, en un largo negatoscopio ubicado en un pasillo del Servicio, con los aprendices rodeando al Maestro. El interés de Ghersi por la Neurorradiología era proverbial y había comenzado con los estudios de yodoventriculografia iniciados por su recordado Maestro Manuel Balado. Su interés en el tema prosiguió en el Instituto de Neurocirugía de Haedo y su Tesis de Profesorado (1957) fue "Espinografía gaseosa y hernia de disco intervertebral". Ya en el Hospital Pirovano diseñó la Sala de Neurorradiología que contaba con un Serioangiógrafo rápido AOT que permitía obtener secuencias programadas en proyecciones AP y lateral simultáneamente. Ya entonces había desechado la punción percutánea de carótidas y vertebrales y los estudios, que practicábamos los residentes, se realizaban por cateterismo femoral. Para evitar accidentes embólicos el sistema se mantenía irrigado continuamente con suero fisiológico almacenado en damajuanas que se ubicaban en un pequeño compartimiento de la terraza y así, por altura, vencía la presión arterial. Para evitar la irradiación del operador, éste se encerraba en un cilindro plomado con una ventanita al que llamábamos, con afecto, el "batiscafo".
Los estudios era de gran calidad y el Prof. Ghersi solía pasarse horas ensimismado en un angiograma hasta descubrir sus mínimos detalles. Este profundo estudio no era superfluo puesto que, luego, en cirugía era capaz de hallar y disecar cualquier elemento vascular que hubiera despertado su interés. De más está decir que su interpretación de los estudios contrastados por aire y yodo del sistema ventricular y espacios subaracnoideos era igualmente estupendo. Este análisis concienzudo de las imágenes, no superficial y precipitado, ha quedado como un sello indeleble en mi memoria.


Rotograbado del diario La Prensa, 17 de marzo de 1991

Si el Prof. Ghersi era excelente en Neurorradiologia, es difícil encontrar palabras para describir sus condiciones quirúrgicas. Con una imagen espacial de la anatomía y la patología incomparables planificaba el abordaje en sus mínimos detalles. No satisfecho con la anestesia que le brindaban gran parte de los anestesistas de entonces, recurría a una asociación de Meperidina y Fenergán e.v., la prehibernación, que en la jerga de los residentes denominábamos la "carga". Si era menester exagerar la hipotensión usábamos un gangliopléjico, el Trimetaphan, que nos producía tanto temor que diluíamos en proporciones infinitesimales. Para graficar esto, y en tren de broma, le indicábamos a los nuevos residentes que debían volcar una ampolla de este amonio cuaternario en el Río Paraná a la altura de Santa Fe y recoger 5 ml en el Río de la Plata para luego inyectarlo.
Al no intubarse, la posición del paciente en la mesa operatoria era el decúbito lateral y sus variantes, así se operaba toda la patología craneana y espinal. Pocos casos requerían obligatoriamente de la concurrencia del anestesiólogo y la intubación en dotraqueal.
La sala de operaciones, amplia, era conducida por su esposa María Luisa, que conocía al mínimo detalle los requerimientos del Maestro y nos instruía sobre el tema. Era un miembro más que activo del equipo y nos apoyaba y corregía en nuestros errores de novatos.
Buena parte del instrumental tenía el diseño del Maestro (cánulas, disectores, separadores ortostáticos, etc.). Su Tesis de Doctorado, de 1939, versó sobre "Un nuevo dispositivo quirúrgico para la Neurocirugía". La aspiración continua era proporcionada por un poderoso motocompresor ubicado fuera del quirófano, la iluminación de la lámpara sialítica se complementaba con una luz frontal, y el uso del coagulador bipolar de Mallis era rutinario en el Servicio ya en esa época.
Cuando el Prof. Ghersi se sentaba a operar su abordaje, cuidadosamente planificado, era conducido de manera rápida sin prestar demasiada atención a pasos superfluos. Una vez llegado a la duramadre el cambio de actitud del maestro era notable. Se calzaba las lupas y sus gestos eran absolutamente precisos, seguros y decididos. Su tratamiento del tejido nervioso era exquisito y el manejo del espacio, en una época previa a la TAC y a la IRM era sencillamente excepcional. En todo momento hacía gala de una gnosis visuoespacial y una praxia increíbles. Podía disecar cualquier elemento en su mínimo detalle y con una pasmosa frialdad. Uno de sus puntos más fuertes fue la Neurocirugía neurovascular.
Abordaba los aneurismas con una enorme soltura adquirida a través de meticulosas disecciones en cadáveres y en el quirófano. Alguna vez nos comentó que su primera experiencia en esta patología fue con un condiscípulo que rompió un aneurisma allá por la década del 50. Sabedor de la gran habilidad quirúrgica de su compañero, le insistió en que lo operase; el resultado fue malo. Este fracaso, lejos de amilanar y deprimir al entonces joven neurocirujano, lo animó a entrenarse más y más en el manejo de los vasos cerebrales y su patología.


Luz frontal utilizada por el Dr. Ghersi


Set de aspiración diseñado por el Dr. Ghersi


"Lecciones de Cirugía Neurológica" del Prof. Manuel Balado dedicado por el autor al Dr. Ghersi


Separador ortostático diseñado por el Dr. Ghersi

Para cuando yo comencé a entrenarme con el profesor él ya tenía un manejo formidable del polígono y sus ramas; disecaba el saco aneurismático, las arterias parentales y sus ramas y las arterias perforantes con absoluta parsimonia. No clipaba hasta no aislar perfectamente el cuello o la base del aneurisma y no dudaba en retirar el clip y recolocarlo tantas veces como fuese necesario hasta quedar conforme. De más está decir que en esa época estas maniobras nos producían a sus ayudantes un frío que nos recorría la espina dorsal. No conforme con los clips de la época había diseñado, y hecho construir por un joyero amigo, sus propios clips en oro o plata.
En patología tumoral también debe destacarse su insistencia en practicar resecciones completas de las lesiones y no conformarse con exéresis parciales o biopsias, como era frecuente en aquellos tiempos.
Para cuando finalizaba mi residencia, a comienzos de la década de los 70, había incorporado el microscopio operatorio y su entusiasmo por la microcirugía era notable. Su consejo al despedirme fue no dejar de entrenarme en esta técnica pues, a su criterio, en pocos años no deberían existir neurocirujanos que no la dominaran. Esta actitud de apertura permanente al progreso era muy típica del Maestro y lo destacaba entre sus contemporáneos.
Su relación con los residentes era estrecha y, evidentemente, se sentía cómodo con nosotros. Su personalidad y prestigio actuaban como un manto protector sobre sus aprendices dándonos una sensación de seguridad. Pero así como nos protegía de extraños nos exigía dentro del Servicio. No aceptaba fácilmente excusas por nuestras faltas. Era obligación del residente de guardia extraer el cerebro de cualquier paciente que falleciera en el Servicio, sin excepciones, y no importaba la hora o el hecho de hallarse extenuado por una jornada de gran trabajo. Debíamos sacar tiempo y fuerza de cualquier lado, pero no podíamos dejar de alimentar el museo y de estudiar las piezas. Nos alentaba y facilitaba trabajos de investigación usando animales de experimentación y su inquietud superaba a la nuestra. Su entusiasmo era contagioso.
En mi caso, finalizada la Residencia y ya de regreso en mi provincia, continué recibiendo sus enseñanzas a través de interconsultas y algunos procedimientos operatorios que requerían de gran experiencia. Posteriormente nuestros contactos se espaciaron, nos veíamos en reuniones y congresos a los cuales concurría con proverbial entusiasmo, aun a muy avanzada edad.
A tantos años de su muerte continúo recordándolo con enorme afecto y agradecimiento pues me transmitió, además de sus conocimientos, una actitud frente a la Neurocirugía y la vida que me ha sido muy útil.