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Rev. argent. neurocir. vol.24 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires oct./dic. 2010
Carta del nuevo Decano
Horacio Mario Plot
Mis pares del Colegio Argentino de Neurocirujanos me han honrado con la designación de Decano del mismo. Es para mí la culminación de muchos años dedicados a la especialidad, que ha sido y es una pasión que llenó mi vida.
Desde la fascinación que experimenté la primera vez que observé una cirugía cerebral, siendo estudiante de medicina, desde el mirador del quirófano del Costa Buero, han pasado más de cincuenta años. Mucho cambió en mi mente desde que mi imaginación me hiciera soñar con llegar a ser neurocirujano. Poco tenían que ver las primeras ilusiones con la realidad que fui conociendo poco después, pues seguía siendo estudiante y ya me integré a un equipo de la especialidad. Luego vino la época del aprendizaje, lo que llamo la etapa adolescente de la neurocirugía, cuando las crecientes responsabilidades que adquiría me llenaban de orgullo por los logros conseguidos. Más adelante, cuando comencé a navegar por las cisternas reconociendo estructuras y atacando las patologías, fui experimentando la sublime satisfacción de ayudar a mis semejantes.
No todas fueron alegrías, puesto que si bien nuestros éxitos van acompañados de una enorme satisfacción, la lucha contra la enfermedad y la muerte nos depara también angustias y desazón. La exigencia de estudiar toda la vida para permanecer actualizado me acompañó en forma permanente y traté siempre de trasmitirle esa exigencia a mis discípulos.
Tengo el orgullo de haber contribuído a la formación neuroquirúrgica de muchos jóvenes médicos, a los que no sólo traté de trasmitirles mis conocimientos y mi experiencia sino también mis sentimientos y mi respeto por los enfermos, finalidad sustancial de nuestro quehacer. Mirando hacia atrás los veo como lo que son, sólidos cirujanos, me lleno de orgullo y pienso que he cumplido mi misión.
He dedicado gran parte de mi tiempo a la actividad societaria, pues casi trece años pertenecí a las comisiones de nuestras asociaciones. No fue un tiempo perdido sino ganado en relaciones, amistades, experiencia y la satisfacción del deber cumplido.
En los últimos años un fantasma atacó nuestra profesión: la litigiosidad indebida, que opacó la relación médico-paciente-familiares y colocó sobre nuestras cabezas la guadaña de la amenaza del juicio. Las complicaciones, propias de nuestra dificilísima especialidad quirúrgica, pasaron a ser posibles errores y causales de mala praxis.
Pero el Colegio tiene como responsabilidad y función velar por la cada vez más excelente formación de los nuevos neurocirujanos que nos sucederán, y para tal fin debemos extremar nuestros esfuerzos. Para ello deberemos continuar trabajando codo a codo con nuestra sociedad hermana, la Asociación Argentina de Neurocirugía.
Pero también debemos mirar hacia adentro, a nuestros integrantes. Trataremos de aclarar el borroso límite entre la difusión de conocimientos y el autoelogio, que tanto daño nos ha hecho. No se puede ignorar la necesidad de recibir y acudir a los medios para trasmitir los avances de nuestra especialidad, pues la población no médica debe conocerlos para asimilarlos, pero debemos comprender los límites a que ello nos obliga.
La clave es el respeto mutuo entre los colegiados, que deben reconocerse y evitar cuidadosamente vulnerar sus posiciones, pues es fundamental para el espíritu de nuestra agrupación.
Es mi propósito que mi decanato cumpla con mis expectativas, que honre e imite a los Decanos que me precedieron y que fueron mis maestros, especialmente a la memoria de mi paradigma el Profesor Julio Ghersi, por no nombrar más que a uno. Pero todos los demás también lo merecen.